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Algoncas | 1:21

Pobreza Mental y Espiritu Emprendedor


La excelencia no es una decisión, no es un deseo, no es la consecuencia de la formación, es el resultado de un impulso de ganar, de crear, de romper moldes, de asumir la vida como un desafío, de querer hacer con mi empresa una contribución significativa al mundo.

Lo acepto de entrada, el titulo es demasiado fuerte, pero sinceramente pese a haberlo reflexionado no he querido cambiarlo, sencillamente porque la única explicación que puedo encontrar para interpretar lo que, según el artículo publicado el pasado día 7 en el Diario de Sevilla, se dijo en la conferencia “Como competir desde el sur”, desarrollada por el nada menos que secretario general de innovación de la Junta de Andalucía , Sr. Martínez Barea, en el foro creado por Fondo Innovación, es que de alguna forma nuestras instituciones están infectadas por un virus, que si bien no es nuevo, si está atacando con enorme virulencia en los últimos años. Me refiero al virus de la “pobreza mental”.

Y digo virus, porque tengo el privilegio de haber seguido el proceso del Sr. Martínez Barea desde hace años, y me consta que, al menos hace unos pocos, él no estaba contaminado. ¿Será este virus más bien propio de las instituciones que de las personas?, claro que el amable lector me dirá que en definitiva las instituciones las forman personas, “bueno si”, le diría… pero habría que añadir: “y además las personas…” dejémoslo aquí.

Tengo también que aceptar el hecho de que analizar el contenido de una conferencia por las llamadas seleccionadas por la periodista que ha realizado el reportaje es enormemente peligroso, dado que éstas se encuentran fuera de contexto. Hay el riesgo de que estas llamadas estén seleccionadas por el criterio de la autora del reportaje, y no por el espíritu del ponente –en este caso, e insisto, conociendo como conozco al Sr. Martínez Barea, me atrevo a asegurar que ni siquiera existe dicho riesgo.

Sin embargo quiero basarme en ellas para compartir con usted esta reflexión. La razón es muy simple: son tan lógicas, la expresión de una verdad tan evidente, que se aceptan sin más, con un enorme daño precisamente al objetivo de la conferencia… impulsar la innovación.


Pido perdón a las personas nombradas, porque la reflexión que voy a compartir se basa en la ironía respecto a sus propias palabras. Quiero creer que va a ser injusta, en cuanto que, insisto en ello, muy probablemente estas frases se han sacado del contexto, pero sea así o no, expresan una forma de pensar que, desde mi criterio, es todo lo opuesto a lo que el desarrollo del espíritu emprendedor precisa, y especialmente, al espíritu de las instituciones que estas personas representan.

Empecemos primero por una frase del Sr. Pérez Saldaña, Presidente de Cartuja 93: “los únicos requisitos que tiene que reunir un proyecto para triunfar son la excelencia y la innovación”.


Le confieso, amigo lector, que la lectura de esta frase ha significado para mí como un rayo, yo que llevo años buscando la fórmula para desarrollar empresas competitivas no era consciente de que el problema se limita a la excelencia y a la innovación. Agradezco al Sr. Pérez Saldaña este rayo de luz, esta visión inspiradora a la que durante tantos años todos los emprendedores hemos estado tan ajenos. Excelencia e innovación, esa es la formula.

No lo sabía.

El problema es cómo ser excelentes (mejor dicho: qué es ser excelente; pero dejemos este tema rozando lo filosófico para mejor ocasión) cuando sobrevives en un permanente día a día, el problema es cómo ser excelentes cuando no hay nada que te despierte la pasión, dinamice tus sueños y que dé sentido a tu esfuerzo. El problema es cómo ser excelente cuando la cultura del entorno es que el principal objetivo de una empresa es ganar dinero, ¿cuál es el límite económico de la excelencia?, el problema es saber cómo se puede ser excelente cuando las propias instituciones de nuestro país fomentan un modelo de empresa cuya única valoración de su excelencia son los resultados económicos.



Siento su escándalo amigo lector, en definitiva éste es el paradigma dominante, y todo lo demás son utopías que no impulsan ningún deseo de crear empresas. Debería ser verdad, si no fuese porque está en total contradicción con lo que afirman la mayoría –y me atrevería a decir la totalidad– de los emprendedores de éxito: ninguno creó una empresa para ganar dinero, ninguno.



La excelencia no es una decisión, la excelencia no es un deseo, la excelencia no es la consecuencia de la formación, la excelencia es el resultado de un impulso de ganar, de hacer algo diferente, de crear, de romper moldes, de asumir la vida como un desafío, de querer hacer con mi empresa una contribución significativa al mundo. Ahora le invito a que me diga en qué programa para fomentar la excelencia se aporta el sentimiento de que esta es proporcionalmente directa al tamaño del sueño del empresario.



Pero el Sr. Pérez Saldaña también habla de innovación, hoy está de moda, todo el mundo habla de innovación… ¡a innovar toca!, claro que a continuación los mismos que le hablan de innovación le van a sugerir que diseñe un plan de negocios “creíble y lógico”, ¡toma ya!. Lamento decirlo, es mi sentimiento, así no se innova.



Pero centrémonos en la conferencia del Sr. Martínez Barea, ciñéndome –de nuevo lo repito por su importancia– al contenido de las llamadas que la periodista ha utilizado.


La primera es “se avecina un tsunami que nos revolcará y nos dejará con las migajas del mercado si no decidimos innovar”

Debo estar en la inopia, pero mi sentimiento de estar en medio de este “tsunami” es de hace años, incluso de antes de la crisis que estamos sufriendo. Tanto es así que hay constancia de artículos míos, escritos hace años, en los que afirmaba que mientras que el sistema productivo de nuestra economía se basase en la construcción, mientras no fuésemos capaces de crear modelos de valor añadido, que mientras viviésemos de la panacea del corto plazo, seriamos incapaces de hacer frente a los “tsunamis” de la economía… listo que es uno.

No, Sr. Martínez Barea, el tsunami al que usted se refiere no se avecina, lo tenemos encima, vivimos en él, y muchos ni siquiera están pudiendo sobrevivir y lo digo con dolor, no sólo por el aprecio que le tengo, sino porque el que una persona de su responsabilidad nos diga hoy que hay un riesgo de revolcón, sigue trasladándonos un sentimiento de estar fuera de la realidad, afirmación fácil de demostrar si acudimos a las hemerotecas, en las que podemos encontrar fácilmente expresiones similares de tocayos suyos, profesionalmente me refiero, que hacían estas advertencia ¡hace ya más de cinco años!, sin hacer nada a continuación para generar esta innovación tan necesaria, salvo la de dar premios y subvenciones, la forma más evidente de demostrar que se desconoce lo que impulsa a innovar.

Mientras no tengamos conciencia de que ya estamos inmersos, seguiremos con la confianza de que posiblemente las cosas cambien, mientras sigamos a la expectativa no actuaremos. Pero sigamos.

El Sr. Martínez Barea afirma: “existen tres ingredientes que ofrecen garantía de éxito a la hora de montar una empresa. El primero de ellos es localizar una oportunidad de negocio “clara y grande” tras realizar un análisis del mercado (la negrita es mía).


Otra verdad absoluta que choca frontalmente con la realidad, pero le entiendo, créame que le entiendo. Un análisis de mercado nos da seguridad, nos deja tranquilos, y especialmente nos evita dejar llevarnos por esa tragedia que es “la intuición”, aunque claro, usted me dirá que no, pero ¿cómo se combina la lógica con la intuición?

Permítame que me centre en lo que he subrayado: análisis de mercado. Si fuese así, si fuese como usted afirma, hoy Zara no existiría, ni Google, ni Dell, ni Natura, ni tantas y tantas empresas que han marcado pautas en muchos mercados. Ninguna hizo una investigación de mercado, simplemente se dejaron llevar por su intuición y por su coraje.

Le entiendo, créame que lo hago, la seguridad es fundamental… lo malo es que es complicado innovar cuando lo que se busca es seguridad.

También usted ha afirmado en esta conferencia que es importante contar con un equipo equilibrado y con excelencia técnica y empresarial. Desconozco cuantos emprendedores tuvieron la oportunidad de escucharle en su disertación, pero si había alguno con seguridad que salió tan deprimido, que al llegar a casa abandono su proyecto de crear una empresa.

¡Pobre Amancio Ortega! su único apoyo eran sus hermanos, su novia y su buen amigo Caramelo. Ninguno tenía experiencia en gestión, ninguno estaba formado… quizás deberíamos decir: menos mal.

¿Y qué me dice usted de los chicos de Google, o de Anita Roddick de Body&Shop, o de Richard Branson de Virgin?, estaban solos, terriblemente solos. Claro, en su primera etapa, luego se permitían el lujo de contratar a quien quisiesen.

Voy a terminar, aunque el articulo es merecedor de mucho mas texto, pero también yo tengo que someterme a la esclavitud del espacio, a una última referencia: “el primer paso para innovar es copiar, copiar y copiar sin vergüenza; hay que aprender de los mejores”De entrada es difícil saber quién es el mejor, ¿el que más factura?, ¿el que crece más deprisa?, ¿estaría Ferrán Adrià entre estos?, no es muy grande y tampoco tiene ambiciones de expansión internacional, y sin embargo es difícil no considerarle como uno de los “mejores” dentro de su sector. Pues bien Sr. Martínez Barea, si Ferrán Adrià le hubiese hecho caso, no tendríamos el privilegio de poder contar como paisano a una de las mentes mundiales más innovadoras, y es que precisamente este genio afirma que “innovar es no copiar”.

El problema de la innovación, Sr. Martínez Barea, no es de ideas, sino de actitudes, el modelo de negocio al que usted hace referencia es la consecuencia de éstas, no al revés, el innovar implica hacer del cambio un desafío, asumir la incertidumbre como forma de vida. La innovación no va a ser nunca consecuencia de desarrollar programas en los que se aprenda “como lo han hecho los mejores”, sino de fomentar en lo más profundo del alma el deseo de ser diferente, de aportar algo al mundo que le haga ser mejor, de sentir que merece la pena dar la vida por algo, aunque en muchas ocasiones ni siquiera se sepa que es ese algo, porque solo se intuye, la innovación, Sr. Martínez Barea, va a ser el resultado de una catarsis social que debe empezar en las propias instituciones que afirman fomentarla.

Pero para que sea así previamente hay que hacer algo: eliminar el virus de la pobreza mental, ese virus que nos hace creer que es posible innovar pensando como siempre, que es suficiente con que hagamos cosas diferentes, ese virus que nos deja tranquilos porque “todavía no ha llegado el momento”, esa infección que corroe nuestras almas, porque en lo más profundo de nuestros corazones nos hace sentir que “innovar si… pero con lógica”, convirtiéndonos en los primeros enemigos de lo que tanto deseamos: innovar.

No hay innovación sin cambio, y éste debe empezar en nosotros mismos.

Y ahora permítame una sincera felicitación Sr. Martínez Barea, por este nuevo desafío profesional que ha asumido en su vida.

Por Jose Luis Briones

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