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Algoncas | 1:42

Adiós Argentino Luna, capitán del trigo

La informacíon es que en el día de ayer fueron inhumados los restos de Argentino Luna, quien falleció el sábado a la noche en la Clínica de la Fundación Favaloro luego  sufrir una penosa enfermedad que lo tuvo internado en los últimos meses por una descompensación. 
El homenaje escrito por Alejandro Tarruella en forma de biografía y publicado por la agencia de noticias Telam y al cual transcribimos en parte, para todos aquellos que quieran profundizar sobre la vida del mítico canta-autor que recreo las noches de festivales en Córdoba .:
Ha muerto el Negro Argentino Luna, cantor popular que conoció los pueblos del país, el capitán de la espiga. Era un hombre de ojos achinados, Rodolfo Giménez era su nombre y alguien le propuso cambiarlo porque Rodolfo Polo Giménez era el autor de “Paisaje de Catamarca” y “Viejo Corazón”.
Los nombres no eran cosas que el viento lleva impunemente; su madre, era Esperanza, peona como Lino, su padre. Así se hizo Argentino Luna. Era un decidor con dotes de actor en el escenario.
Cantó triunfos, huellas, zambas y fue conocido en todo el país por recitar “El Malevo”, del oriental Osiris Rodríguez Castillo (autor de “Cielito de los tupamaros”).
Un día de 1968 fue a la Emi Odeón y presentó su “Zamba para decir adiós” y Hernán Figueroa Reyes se la pidió para cantarla. Su nombre ganó popularidad por las radios, y él la grabó al mismo tiempo que lo hicieron Jorge Cafrune y Los Chalchaleros.
Su destino se hizo popular y en las guitarreadas de fines de los años sesenta, Argentino Luna se volvió uno de los nuestros. El Negro Luna llevaba una guitarra mal encordada y una envidiable capacidad de hacer canciones.
Lo conocí en la Odeón de los estudios grandes de la calle Mendoza, donde los productores Esteban Toselli y Hugo Casas hacían unos de los repertorios populares únicos en la historia de esos años. Era un tipo chispeante, de palabra fácil y sonrisa ancha, que sabía improvisar por décimas y crear con sencillez.
Hugo Casas percibió su paso en el reciente Cosquín: “tengo dolores, padeceres, no estoy bien, me parece que me llama el trigo”, le dijo como si recordase a Miguel Hernández que pedía “despedidme del sol y de los trigos” porque en la canción popular unos y otros se hermanan en palabras que se urden amasando tierras comunes.
(por Alejandro Tarruella)

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