Algoncas | 12:37
El temor al derrumbe europeo acelera la búsqueda de soluciones
Opinión.- La crisis de la deuda de Grecia se ha convertido en apenas un aspecto del grave problema de la deuda de Europa y del deterioro acelerado de su sistema bancario y financiero, lo que ha derivado en un frenético debate para evitar un colapso en el Viejo Continente.
La quiebra no declarada del banco franco-belga Dexia precipitó esta semana su nacionalización parcial y obligó a una cumbre de urgencia el pasado fin de semana entre la canciller de Alemania, Angela Merkel, y del presidente de Francia, Nicholas Sarkozy.
Los resultados de ese encuentro no han sido revelados, más allá de una genérica declaración común de acuerdo para recapitalizar a la banca europea y dar una solución definitiva a la cuestión griega.
El mayor mérito de esa reunión no ha sido, evidentemente, el aportar soluciones, pero sirvió para permitir un repunte acotado de los mercados y de la confianza de los inversores, justo en la semana en que la agencia Fitch rebajaba la calificación de 10 bancos españoles y Standard & Poor´s hacía lo propio con la deuda de Italia.
El pánico ha cedido y los mercados intuyen que el eje franco-alemán ha decidido blindar los bancos y aceptar una quita de la deuda griega que, a diferencia del 21% barajado en el acuerdo de la Cumbre europea de julio pasado, podría oscilar en los nuevos planes entre el 65% y el 70%.
Pero el gran interrogante es cuál será el camino elegido para avanzar en este blindaje o recapitalización bancaria, ya que en la cumbre franco-alemana no hubo consenso sobre la forma que debe adoptar la ayuda a los bancos.
Merkel, como se sabe, no acepta aportar más dinero al Fondo Europeo de Estabilización Financiera (FEEF), dotado ahora con 440.000 millones de euros, ni que la ayuda a los bancos provenga de este instrumento de salvataje.
Mientras Sarkozy aspira a que los bancos de su país, entre los más amenazados por una quita griega, sean rescatados por el FEEF, Alemania exige que las entidades financieras en crisis busquen fondos privados y/o de sus Estados, y sólo en última instancia recurran al FEEF.
Ante esta rígida postura alemana, Estados Unidos redobló su presión, junto al resto de Europa, sobre la canciller alemana, ya que sus grandes bancos están expuestos por más de 600.000 millones de euros en créditos y participaciones en bancos europeos.
No por casualidad, el valor de las acciones de grandes entidades como Citigroup y Bank of America han perdido un 25% y un 40%, respectivamente, mientras que Goldman Sachs ha cedido entre el 25% y el 30% de su acción.
Sin una solución ordenada de la deuda griega, esto es, una reestructuración negociada previamente, y una recapitalización adecuada de los bancos de la Eurozona, una quiebra del sistema bancario será inevitable y arrastrará a la banca estadounidense expuesta.
Pero el planteamiento de Merkel ha encontrado un nuevo obstáculo en el Deustsche Bank cuyo presidente, Josef Ackermann, quien también es la cabeza del Instituto Internacional de Finanzas (IFI, según sus siglas en inglés), se opone a la recapitalización.
"El clave para el problema planteada reside en que los gobiernos restauren la confianza en la solidez de sus finanzas estatales", dijo Ackermann.
Con lógica y perspicacia, Ackermann señala que una recapitalización con fondos provenientes de los Estados agravará el problema de la deuda pública y la crisis de los mercados, lo cual es irrebatible como argumento.
A este cuestionamiento se debe agregar otro que es estructural y decisivo: las carteras de los bancos están llenas de activos "tóxicos" que, más temprano que tarde, deberán ser depurados provocando una crisis bancaria en regla.
En tercer lugar, la recapitalización se presenta muy difícil ya que ni los bancos privados ni los Estados separadamente quieren poner dinero para el FEEF que rescate, una vez más como en 2008, a los bancos, descargando planes de ajuste cada vez más insoportables para las poblaciones y las economías nacionales.
Aquellos que, como el premier británico, David Cameron, quieren un "disparo de bazooka" para frenar la crisis, olvidan, quizá, que un mayor endeudamiento de los Estados incrementará el temor a impagos de la deuda, mientras que ese camino sólo conduce a un aplazamiento del reconocimiento de las carteras "podridas" de la mayoría de la banca.
Por ello, llevar el FEEF a dos o tres billones de euros, como propone, por ejemplo, el economista Nouriel Roubini, es rechazada por Merkel y temida por otros líderes europeos. La única alternativa que se baraja para marchar en ese sentido es la creación de un Tesoro único y una fiscalidad única en Europa.
Pero en la medida en que esta unificación de fiscalidad y tesorería adquiriría la misma forma centralizada que hoy tiene el Banco Central Europeo (BCE), una construcción transfronteriza calcada del Bundesbank alemán, ningún país europeo quiere perder su soberanía a expensas de los ´diktats´de Alemania.
Algo de eso se ve estos días en las fuertes protestas del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y de su ministro de Economía, Giulio Tremonti, quienes criticaron la cumbre Merkel-Sarkozy por considerarla una forma unilateral de dejar de lado a Italia y al resto de la Eurozona.
En este punto de decisiones urgentes que los mercados exigen a los líderes europeos, cualquier retraso o paso en falso de éstos en las próximas semanas, podría precipitar un desastre mayúsculo para la economía continental y mundial.
por Angel Jozami
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