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Algoncas | 0:53

Cuatro pasos para enfrentar los vicios

Me he consumido a fuerza de gemir;
Todas las noches inundo de llanto mi lecho,
Riego mi cama con mis lágrimas.
Mis ojos están gastados de sufrir;
Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
(Salmo 6:6-7)
Muchas son las veces que logramos levantarnos y anteponernos a lo que no nos agrada, pero cuantas más son las veces que caemos a la tentación de sentir el mismo placer pasajero, consumiéndonos. Pareciese que estuviésemos en un carrusel.

A veces la vuelta termina en otro lugar, de donde comenzó, pero siempre es la misma vuelta. En ocasiones esto nos sucede cada tanto, en otras es un nunca acabar, el tiempo que hay entre el ahora y el después, al principio es una espera y luego pasa a convertirse en una mala expectación de que ya no nos vuelva a suceder, hasta que sucede.

No obstante después de haberlo hecho, solo nos queda un horrible sentimiento interior de haber vuelto a caer en lo malo, en lo que no queríamos ya volver ha hacer, repetirnos que otra vez fracasamos, sentirnos lejos de lo que en realidad queremos ser. Un circulo de nunca acabar y entonces…: “el clic”, nos resignamos diciéndonos a nosotros mismos, -mintiéndonos- que solo nos queda aceptarnos tal como somos y vivir una vida a los tumbos y a lo mejor así como vino, solo se ira y todo cambiara.

Los vicios y malos hábitos nos ponen en esta situación para muchos conocida esos son nuestros verdaderos angustiadores, que como el salmista dice 'nos gasta nuestros ojos de tanto sufrir' por algo que iniciamos sin saber donde nos metíamos.

Pero eso puede a cambiar, quitándote esa pesada carga que te agobia y solo con cuatro simples pasos. Aunque los creyentes ya hemos recibido a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador conviene primero reafirmar esa decisión de fe:
Padre, te entrego todas mis cargas y vicios, mis enfermedades y mis dolencias, me arrepiento y me vuelvo a ti, recibiendo tu Hijo Jesús en mi vida como Señor y Salvador. Gracias por haber puesto mi nombre en el libro de la vida. Amen
Nuestro segundo paso es reconocer  que:
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1 Jn. 1:9)
 El tercer paso es:
¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? (Is. 58:6)
El cuarto paso es:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mt. 11:28-30)
Si deseas que oremos por ti o por alguna necesidad en particular envíanos tu petición y nuestro equipo de intercesión estará orando por ti.

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