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Algoncas | 11:45

El loco convertido en misionero

El tema que trataremos en esta oportunidad persigue como objetivo el revalorizar el testimonio de vida de cada uno de nosotros para predicar el evangelio.

El articulo es un extracto del libro: "Todavía Remueve Piedras" de Max Lucado (Capitulo 16); palabras que al leerlas me hizo tomar conciencia de la importancia de aquellos hombres que están tan agradecidos por libertad dada por el Señor Jesús a sus vidas y en agradecimiento desde un principio de su peregrinar salen a predicar con la sola herramienta de su testimonio. Aunque para muchos 'religiosos conservadores' es inentendible esta actitud obligando a los creyentes a realizar interminables cursos fue el mismo Jesucristo quien la avaló.

Cuando se enfrenta a la maldad, el bien no puede esperar.

El articulo de Max Lucado se basa en la historia del 'endemoniado de Gadareno' (Marcos 5:1-20) quien al ver bajar a Jesús de la barca "va enseguida a su encuentro", a rogarle que lo deje en 'paz'.

El 'hombre de los sepulcros' no solo tenia un espíritu inmundo, sino que tenia cientos de ellos dentro de su cuerpo según lo descrito por el apóstol Marcos en su evangelio. Asimismo este ser atemorizante -para mas de una persona- tenia su morada entre los sepulcros, y contaba con una extraordinaria fuerza con la que era capaz de hacer pedazos cadenas y desmenuzar los grilletes con que se lo quería tener atado. 

Sin embargo luego de ser liberado -el ahora ex endemoniado- al ver a Jesús entrar a la barca para partir empezó a rogarle: "que le dejase ir con Él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban". Convirtiéndose así el loco que vagaba y asustaba a cientos en el primer MISIONERO. 

A continuación les dejo el capitulo escrito por Max Lucado el cual se que así como lo fue de bendición para mi vida lo será para todos aquellos "locos" que se hagan un tiempo y tengan amor por las misiones.:

El loco convertido en misionero

Leer Marcos capitulo 5:1-20

Aquí tengo una pregunta para los coleccionistas de trivialidades. ¿Quién fue el primer misionero enviado por Jesús?. Alguno bien instruido, ¿verdad? O que tenía una íntima relación con Cristo. Un seguidor devoto. Un discípulo cercano. Uno con profundo conocimiento de las Escrituras y del sacrificio, ¿no le parece?

Permítame que le de una pista. Para hallarlo no busque en la Gran Comisión. No busque entre los nombres de los apóstoles. Este orador de vanguardia no figuraba en esa lista. ¿Qué tal los setenta discípulos enviados por Cristo? Lo siento, se ha equivocado otra vez. ¿Las epístolas? No. Mucho antes de que Pablo tomara una pluma, este predicador ya estaba dedicado a la obra.

¿Dónde fue Jesús para encontrar su primer misionero? (No lo va a creer.) A un cementerio.
¿Quién fue el primer embajador enviado? (Tampoco podrá creer esto.) Un lunático. El hombre enviado por Jesús era un loco convertido en misionero. Su historia se encuentra en el quinto capítulo del evangelio según Marcos.
Y cuando salió Él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras. Marcos 5.2–5
Él es el hombre que su madre le dijo que evitara. Es el tipo que la policía frecuentemente encierra. Es el loco que recorre los barrios y asesina familias. Este es el rostro que llena la pantalla durante el noticiero de la noche. Y este fue el primer misionero de la iglesia.

Palestina no sabía qué hacer con él. Lo ataban pero rompía las cadenas. Se arrancaba las ropas. Vivía en las cuevas. Se cortaba con rocas. Era un coyote rabioso que andaba suelto, una amenaza para la sociedad. A nadie le servía para nada. Nadie tenía lugar para él. Excepto Jesús.

Aun hoy lo mejor que podría ofrecer la medicina moderna para tal tipo de hombre sería medicamentos y un tratamiento prolongado. Es posible que después de mucho tiempo, gastos y ayuda profesional, se pudiera lograr controlar un comportamiento tan destructivo. Pero eso requeriría años. Con Jesús bastan unos segundos.

El encuentro es explosivo. La barca de los discípulos atraca a poca distancia de un cementerio y de un hato de cerdos. Ambos son considerados impuros por los judíos. Al bajar Jesús, un loco sale de una caverna hecho una tromba.

El cabello desordenado. Las muñecas ensangrentadas. Presentando escoriaciones en la piel. Una verdadera furia hecha carne. La locura desnuda. Unos brazos que se agitan y una voz que grita. Los apóstoles quedan boquiabiertos y vuelven a poner un pie en la barca.

Están horrorizados. Pero Jesús no. Lea los siguientes versículos con cuidado, pues nos conceden un raro privilegio: Echarle una mirada a la guerra invisible. Por unos pocos minutos el conflicto invisible se vuelve visible y se nos ofrece una posición desde donde puede ser observado el campo de batalla.

Primeramente habla Jesús: «Sal de este hombre, espíritu inmundo» (v. 8). El espíritu se pone nervioso: «¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?» (v. 7). Jesús quiere recuperar al hombre. Los demonios no ofrecen resistencia. No profieren amenazas. Han escuchado esta voz con anterioridad. Cuando Dios ordena, los demonios sólo tienen una respuesta. Suplican. «Le rogaban mucho que no los enviase fuera de aquella región» (v. 10).

La misma presencia de Jesús humilla a los demonios. A pesar de que habían dominado a este hombre, se doblegan ante Dios. A pesar de haber llenado la región de temor, piden clemencia de parte de Jesús. Sus palabras los convierten en llorones y debiluchos arrastrados.

Sintiéndose más seguros en un hato de cerdos que en la presencia de Dios, los demonios solicitan entrar en los cerdos. Jesús consiente y como dos mil cerdos poseídos se despeñan cayendo al mar.

Y mientras tanto los discípulos no hacen nada. Mientras Jesús lucha los seguidores lo observan anonadados. No saben qué más hacer.

¿Se siente identificado? ¿Se encuentra observando un mundo descontrolado sin saber qué hacer? Si ese es el caso, haga lo que hicieron los discípulos: Cuando arrecie la lucha, de un paso hacia atrás para permitir que luche el Padre.

Tengo una foto en mi álbum mental que ilustra este principio. En la escena, mi padre y yo estamos lidiando con una tormenta en un bote pesquero. Nos rodean montañas de crestas blancas, la mayoría más altas que cualquiera de los dos. La línea de la costa está escondida, la niebla se espesa y sinceramente comenzamos a dudar que podamos alcanzar nuevamente la costa.

Yo soy pequeño, tal vez de nueve años. El bote es pequeño, mide unos tres metros. Y las olas son altas, de suficiente altura como para hacer zozobrar a nuestra nave. El cielo retumba, las nubes se hinchan y el relámpago forma zigzag.

Papá ha dirigido el bote hacia la playa más cercana, apuntando la proa a las olas. Él está sentado en la parte de atrás con una mano sobre el acelerador y su cara al viento. Yo estoy en el frente mirando para atrás hacia donde está él. La lluvia hace arder mi cuello descubierto y empapa mi camisa. Una ola tras otra nos levanta y nos baja de un golpe. Agarro ambos lados del bote y me aferro.

En vano busco la costa. Está cubierta por la niebla. Busco el sol, está escondido en las nubes. Busco otras embarcaciones pero sólo veo olas. Todo lo que veo me asusta. Sólo una cosa me da seguridad, el rostro de mi padre. Salpicado de lluvia y con expresión tensa, tiene la vista puesta en la tormenta. El agua chorrea de la visera de su gorra y su camisa está adherida a su piel.

En ese momento tomé una decisión. Dejé de mirar a la tormenta y sólo observaba a mi padre. Eso tenía sentido. El observar las olas me producía temor; el ver a mi padre me producía calma. Así es que centré mi atención en él. Tan intensa fue mi contemplación que a tres décadas del evento aún puedo verlo guiándonos fuera del oleaje.

Dios quiere que hagamos lo mismo. Quiere que enfoquemos nuestra vista en Él. ¿En qué nos beneficia centrar la atención en la tormenta? ¿Por qué estudiar al enemigo? Nosotros no seremos quien lo derrote. Sólo Dios lo hará. Los discípulos no pueden destruir a Satanás; sólo Dios puede hacerlo.

Y eso fue lo que hizo Jesús.

Mientras observan los sorprendidos discípulos, Jesús entra en acción y Dios libera a un lunático. Los cerdos son poseídos por los demonios. Y de un cementerio surge un discípulo.

¿Historia extraña? Espere. Aún no se ha terminado. Si le parece rara la reacción de los demonios, espere hasta ver la de la gente.

Los que apacentaban a los cerdos corrieron hasta la ciudad y dijeron a todos lo que habían visto. De modo que la gente fue al lugar para comprobar lo que se les decía.
Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos. Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos. Marcos 5.15–17
¿Hicieron qué? Comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.

¿Se refiere a que la gente le rogaba a Jesús que se fuera? Así es. En lugar de agradecerle, ¿lo echaron? Usted lo ha dicho. ¿Qué los llevaría a hacer semejante cosa?

Buena pregunta. ¿Qué cosa haría que la gente prefiriera cerdos y lunáticos en lugar de la presencia de Dios?

O mejor aún.¿Qué cosa haría que un alcohólico prefiriese miseria ebria en lugar de sobriedad? ¿Qué llevaría a una iglesia a preferir el sueño antes que el avivamiento? ¿Qué conduciría a una nación a preferir la esclavitud antes que la libertad? ¿Qué cosa haría que la gente prefiriese las tradiciones del ayer en lugar del Dios viviente de hoy? 

¿La respuesta? El temor al cambio. El cambio significa trabajo duro. Es más fácil seguir en la misma huella que lanzarse a los territorios desconocidos.

Y así fue que la gente echó a Jesús. Y como Jesús nunca va a donde no es invitado, vuelve a entrar en la barca.

Ahora observe lo que sucede a continuación.
Al entrar Él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que lo dejase estar con Él. Mas Jesús no se lo permitió. Marcos 5.18–19
Extraño modo de tratar a un nuevo creyente, ¿no le parece? ¿Por qué no quiso llevarlo Jesús? Simple. Tenía planes mayores para él. «Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti» (v. 19).

Ahí está. El envío del primer misionero. Un minuto antes demente, después en Cristo. Sin entrenamiento. Sin enseñanza. Lo único que sabía era que Jesús podía atemorizar a las huestes del infierno y aparentemente eso bastaba.

Pero lo que sorprende aun más del hombre que fue enviado es el hecho de que siquiera alguno fuese enviado. Yo no habría enviado a un misionero a unas personas que acababan de echarme a patadas, ¿y usted? Una plaga tal vez, pero no un misionero. Pero Cristo sí lo hizo.

Y Cristo lo hace. Aún hace llegar el mensaje a los que no lo merecen. Y sigue utilizando a los indignos como mensajeros. Después de todo, mire quién está leyendo este libro. Y vean quién lo escribió.

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